La Misión de la Iglesia y la Trata de Personas

Rev. Dr. David Muñoz Condell.
Capellán Nacional Evangélico Policía de Investigaciones (PDI)

Más de alguna vez hemos escuchado hablar del “tráfico humano” o la “trata de blancas”. La forma correcta es referirnos a este tipo de delito como la “trata de personas”, la cual es una forma de esclavitud (principalmente sexual o laboral) la que se articula mediante el secuestro, el engaño o la violencia. Las víctimas de trata de personas generalmente suelen ser reclutadas mediante engaños (como falsas ofertas de trabajo, u ofertas donde no se aclaran las condiciones en que se realizará el trabajo) y trasladadas hasta el lugar donde serán explotadas sexualmente o laboralmente. En los terrenos de explotación, las víctimas son retenidas por sus captores mediante amenazas, deudas, retención de pasaportes o carnet de identidad, mentiras, coacción o violencia y obligadas a prostituirse o trabajar en condiciones infrahumanas.

A nivel internacional existen dos referentes que se deben conocer para entender este fenómeno delictual. Uno de ellos es el denominado Protocolo de Palermo, Italia, junto con la Convención contra el Crimen Organizado Internacional, ambos avalados por las Naciones Unidas. Ellos hablan de prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente de niños y mujeres La trata de personas es un proceso que incluye diversas acciones: el reclutamiento o secuestro, el traslado (ya sea dentro de un mismo país, o entre diferentes países), la recepción y alojamiento de la víctima en el lugar de destino, y su explotación en un contexto de amenazas, engaño, coacción y violencia.

 

¿Qué pueden hacer las Iglesias Evangélicas referente al tema de la trata de personas?

1.– Crear conciencia que este tipo de delitos contra las personas es un pecado grave contra la dignidad de la persona humana, la cual fue creada a imagen y semejanza de Dios.

2.- Participar como reales actores sociales activos en la prevención de la trata de personas, la asistencia a sus víctimas y la incidencia pública para el fortalecimiento de la acción de la justicia, en relación a la sanción del delito y la formulación de políticas de atención integral a las víctimas.

3.- Contribuir a la prevención de la trata de personas mediante la difusión y la sensibilización.

4.- Disponer de instituciones con fuerte presencia local y con capacidad para sensibilizar a los creyentes que este trabajo es también parte del llamado que el Señor Jesús nos hace de atender al más desvalido.

5.- Cooperar en la asistencia y reinserción de las víctimas que retornan a sus lugares de origen luego de haber padecido situaciones de explotación, manifestándoles el amor que nos caracteriza.

6.- Potenciar nuestro testimonio como Iglesias donde el Señor nos puso para predicar su evangelio, lo cual nos dará una voz pública autorizada.

7.- La exigibilidad del cumplimiento de los deberes del Estado en este tema, e influyendo en el Parlamento con nuestras opiniones, que estamos llamados a ser sal y luz en este mundo, como iglesias que aman a Dios y a su prójimo.