La Biblia y los niños en la misión

Edesio Sánchez-Cetina

 

Introducción

 

El uso de la Biblia en la formación de los niños, tal como lo vemos en América Latina y tal como ha sido nuestra experiencia a través de tres décadas como miembros del Departamento de traducciones de las Sociedades Bíblicas, incluyen varios ítems que forman parte del bosquejo de este ensayo: una teología desarrollada desde la perspectiva infantil; una traducción de las Escrituras y preparación de materiales de apoyo que consideren el niño no solo como receptor de la educación, sino, de igual modo, como sujeto de su propia educación y de la educación y formación de los adultos; la conformación de comunidades de fe que mantengan espacios abiertos para la plena participación de los niños en todas las áreas de la pastoral y de la misión.

 

Una teología bíblica desde la perspectiva infantil

 

Estoy convencido de que antes de lanzarse al desarrollo de proyectos y prácticas misionales orientadas a los niños y adolescentes es importante y vital establecer el marco o espacio bíblico teológico sobre el cual basar y construir tales ministerios—evangelización, educación, liturgia, pastoral, recreación, entre otras.

 

La inmensa mayoría de proyectos establecidos por las iglesias y entidades para-eclesiásticas se desarrollan desde la perspectiva del adulto, intentando, a toda costa hacer del niño—tan pronto se pueda—un “adulto chiquito”.  Desde esta óptica, el niño es objeto de formación y la meta es conformarlo a lo que el adulto considera y ha establecido como lo “normal”—que a menudo no es otra cosa que moldear al niño de acuerdo con el “mundo real” o statu quo.

 

He aprendido, a lo largo de varios lustros, a acercarme a la Biblia con los “ojos del niño”, es decir, desde la perspectiva infantil. Después de leer la Biblia desde esa óptica y de hacer exégesis partiendo de la metáfora del niño, he estado desarrollando una teología del niño, misma que me ha ayudado y ha ayudado a otros al desarrollo de traducciones, materiales y perspectivas misionales y pastorales que aportan un balance a la práctica adulto céntrica de la vida eclesiástica y cristiana. A continuación, presento unas notas de esa teología.

 

La creación presenta a Dios más que nada como un Dios soter, es decir, como quien «redime» o «salva».[1] La semántica de Génesis uno nos habla de la «creación» como una tarea en la que Dios «saca» a la tierra de un estado de desorden y vaciedad hacia uno de «orden» y vida. Por ello, en el proyecto de Dios, «reinar», «gobernar» significa prestar un servicio en pro de la vida, del orden. Génesis dos presentará también una acción creadora soteriológica: Dios crea cambiando la aridez en fertilidad, la soledad en compañía, la falta de ayuda y apoyo en presencia que completa y produce resultados a favor de la creación y de sus «habitantes». Vistos así, los textos sobre la creación ya vislumbran el éxodo: libertad de un estado de «muerte» hacia uno de vida, libertad y compañerismo solidario.

 

En ese orden creado-salvado, Dios establece un espacio de vida en el que no hay divisiones étnicas, ni raciales, ni sociales, ni políticas; es decir, todos fuimos creados con «igualdad ontológica».  Además, en el marco de la teología de la creación ni los países ni las fronteras son creadas por Dios; tampoco hay sistemas políticos o sociales que rijan la vida humana. No se presenta en ningún momento a un ser humano dominando a otro ser humano.  Dios deja—en el espíritu del Salmo 82—a los humanos como responsables de la creación de un mundo donde la armonía, la paz y la justicia imperen.

 

Este proyecto cambia de manera radical a partir del capítulo tres de Génesis. Aquí se marca el inicio de «una historia» en la que el ser humano, haciendo uso de su libertad de decisión, se aleja de manera inexorable del proyecto primigenio de Dios. De acuerdo con Génesis tres, esa «libertad de decisión» se manifiesta en el momento en el que el ser humano opta por seguir la voz de la serpiente en lugar de la de Dios. Y al tomar esa opción, el ser humano permite, al decir de Harvey Cox, «que un animal cualquiera le dijera lo que tenía que hacer». Señala Cox:

 

Si leemos esa vieja historia cuidadosamente, veremos que es…un pecado de acedia. Eva comparte con Adán el encargo de ejercer dominio sobre todas las criaturas del campo. Su falta «original» no fue comer el fruto prohibido en absoluto. Antes de alcanzar el fruto, había entregado su posición de poder y responsabilidad a uno de los animales, la serpiente, y le había dejado que le dijera lo que ella tenía que hacer…Su pecado es nuestro pecado. No es un pecado prometeico…Nosotros desperdiciamos nuestro destino dejando que una serpiente cualquiera nos diga lo que tenemos que hacer.[2]

 

El pecado consiste—de acuerdo con la lógica de Cox—en rechazar el propio ser, el no desear lo que fundamental y realmente se es. El autor de Génesis tres usa la imagen de la serpiente para recalcar el grado de inhumanidad en el que cae el ser humano al rechazar su ser imagen de Dios para convertirse en un burdo repetidor de la imagen que le inculca esa «serpiente cualquiera». Ese es precisamente el pecado de la acedia, pereza o apatía; y se manifiesta en «escuchar» la voz de las fuerzas hegemónicas y dominantes de este mundo que han creado estructuras e instituciones y prácticas marcadas por el racismo, el etnocentrismo, la marginación, el silenciamiento, la opresión, la violencia y la muerte.

 

En la Biblia, esas fuerzas inhumanas y enemigas del proyecto de Dios tienen como sujeto o protagonista a un ser humano marcado con la imagen de «adulto», «poderoso» y «egocéntrico». Por ello, cuando miramos al proyecto de Dios manteniendo la mirada solo en los dos primeros capítulos del Génesis, descubrimos que hay un elemento que necesita «corregirse» o más bien «matizarse» con la ayuda de otros textos—tanto del AT como del NT—que retoman el tema del proyecto de Dios, pero ya no a partir de la imagen del adulto, sino del «niño», de la «infancia». En nuestra reflexión se contrastarán ambas imágenes—la del adulto y la del niño—para hablar de los proyectos opuestos—el de Dios y el de la serpiente—que definiéramos de la siguiente manera: El mundo de «la serpiente» es lo que hoy se podría definir como el «mundo real» o «statu quo».  A él se opone, en primer lugar, una alternativa que si bien provee una «vía de escape» que parece «sacarnos» de ese status quo o «mundo real», lo que hace es encapsular a quienes la optan en el «mundo de la alternativa personal» (más egoísta) o el del «sálvense quien pueda». Es decir, provee una solución temporal y «personal», pero marcada con la preocupación egoísta y nada solidaria.  Ejemplos de esta «vía de escape» los tenemos en Génesis 20.1-15; 28.6-11; y Rut 1.1-22.

 

Frente a estas dos alternativas, la Palabra de Dios nos ofrece textos que se refieren a lo que llamo «las sorpresas de Dios» o «la tercera vía»—llena de imaginación y creatividad para soñar y construir un mundo distinto al de las dos vías anteriores: la de la solidaridad, la justicia social, la preocupación por el otro, especialmente el más débil y vulnerable. Esa vía, en ambos Testamentos, se encuentra personificada exactamente por esos vulnerables y débiles, definidos a partir de la imagen del «niño». Los textos a los que me refiero, marcados esencialmente por lo poético y profético, que presentan de nuevo el proyecto de Dios, pero ahora, como «nueva creación» son, entre otros, el Salmo 8; Isaías 11.3-6; Isaías 9.6-7; Mateo 11.25; 21.14-17; Lucas 2.10-12; Marcos 10.14-15; y las historias de Naamán (2 Reyes 5) y de Zaqueo (Lucas 11.1-10).

 

El tema de la creación y la metáfora del niño como «principal ciudadano del reino de Dios» y protagonista del proyecto de Dios encuentran su punto de coincidencia en el Salmo 8. En este salmo, tal como ocurre en los textos del Génesis, la creación gira en torno al ser humano. En este texto en particular encontramos que el poeta y teólogo hace a un lado al adulto y elige al niño como paradigma de ser humano, un «mejor» ejemplo de imagen de Dios y de «lugarteniente de Dios­» en el mundo. Después de cantar la grandeza de la creación divina, el poeta afirma lo siguiente:

 

Con las primeras palabras

de los niños más pequeños,

y con los cantos

de los niños mayores

has construido una fortaleza

por causa de tus enemigos.

¡Así has hecho callar

a tus enemigos que buscan venganza! (Sal 8.2, TLA).

 

¡No es el varón adulto, grande y poderoso, quien tiene el liderazgo para afrontar la maldad y vencer al enemigo! ¡Es el niño!  Tanto aquí como en la relectura que hace Jesús de ese versículo en Mateo 21.14-17, el triunfo sobre el mal y el hacer callar al que detenta el poder, al hegemónico, se hace usando a los niños como punto de referencia. De regreso al salmo 8, podemos afirmar que todo lo que sigue del salmo y la afirmación de la sujeción de todo lo creado (vv. 7-9) bajo el liderazgo del ser humano queda definido por ese nuevo sesgo o pista: el niño. ¡Qué bien se conecta esto con lo que dice Dios por medio del profeta Isaías en 11.3-6! (TLA):

 

No juzgará por las apariencias,

ni se guiará por los rumores,

pues su alegría será obedecer a Dios.

Defenderá a los pobres

y hará justicia a los indefensos.

Castigará a los violentos,

y hará morir a los malvados.

Su palabra se convertirá en ley.

Siempre hará triunfar la justicia y la verdad.

 

Cuando llegue ese día,

el lobo y el cordero se llevarán bien,

el tigre y el cabrito descansarán juntos,

el ternero y el león crecerán uno junto al otro

y se dejarán guiar por un niño pequeño.

 

En la nueva creación, en el nuevo proyecto de Dios, todo lo que es lo «aceptable» o la «norma» en el «mundo real» o statu quo es sustituido por ese mundo descrito por el profeta y en el que el líder es un «niño pequeño». Y es precisamente ese mundo descrito por el profeta el que, a diferencia del mundo «normado» o «real», abre espacios inclusivos, solidarios. En este mundo, el autor bíblico ha elegido en forma deliberada la metáfora del niño, como paradigma de lo vulnerable, de lo anti-hegemónico, de lo que le da la bienvenida a lo anómalo, a lo «extraordinario» (fuera de lo normal y ordinario) y que por ende amenaza la sociedad uniformemente conformada. Niños, mujeres, personas con alguna discapacidad son aquellos alejados de la imagen normada, y son los que por lo general sufren discriminación, marginación y exclusión. A medida que la proclamación profética anuncia un mundo tan distinto, tan anormal, tan imposible de articularse en la mente hegemónica y homogeneizadora, se acerca más y más al mundo donde lo «anormal», lo «raro», lo «incompleto», lo «de-formado» es bienvenido y se les ha otorgado derecho de ciudadanía.

 

De acuerdo con el Salmo 8, Isaías 11 y otros testimonios bíblicos, el ser humano, el paradigma de la nueva humanidad, viene con todo su poder transformador y creador en la persona de un niño. Cuando nos movemos hacia el Nuevo Testamento, encontramos que, para Lucas y Mateo, el evangelio de salvación empieza con Dios niño. Dios decide hacerse humano y presentarse ante nosotros como niño, y presenta ante nuestros ojos al proyecto de Dios o reino mesiánico desde una perspectiva infantil.  Así, la teología de la encarnación hace una declaración contundente que sin duda incide en lo que hoy nosotros deberíamos considerar seriamente al establecer proyectos misionales, educativos y pastorales.

 

A los varones adultos que acompañaron a Jesús les costó entender el proyecto de Dios de crear una humanidad cuyos rasgos más importantes se los imprimiera la metáfora “niño”. Por eso, en varios momentos y de distintas maneras Jesús tuvo que recordárselos: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños (Mt 11.25, RV60[3]); Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él (Mc 10.14-15, RV60).

 

La metáfora del niño, aplicada a los conceptos de creación, nueva creación, encarnación y salvación, nos lleva a una deconstrucción del «adulto hegemónico», y a la vez nos ayuda a crear espacios hermenéuticos para incorporar otros tipos de humanidades que de manera consuetudinaria son excluidos del concepto de imagen de Dios dictado por una hermenéutica y teología del status quo.

 

Traducción de la Biblia para niños

 

¿Qué hace de una traducción un texto para jóvenes lectores? Obviamente existen varias respuestas a esa pregunta. Una cosa es clara: aunque existen ciertos elementos que se comparten de la traducción de la Biblia a diferentes idiomas, también hay importantes diferencias, sobre todo tratándose de una traducción para un público tan especial. Eso quiere decir que cada proyecto de traducción de las Escrituras para niños a un idioma concreto, además de integrar las experiencias y aportes de otros idiomas, deberá de crear sus propios principios de acuerdo con la personalidad lingüística del idioma, así como de las características propias de la literatura infantil escrita o traducida en ese idioma.

 

Cuando nos preparábamos para la traducción de una Biblia para niños, en el idioma español de las Américas, aunque recibimos excelentes ideas y consejos de sazonados consultores de traducción que habían trabajado en traducciones de las Escrituras para este tipo de público, bien pronto nos dimos cuenta de que más que escuchar a los especializados en traducciones bíblicas, la ruta correcta era la de empaparnos de textos de la literatura infantil castellana. Así que tanto el coordinador de todo el proyecto, como los traductores, revisores y creadores de materiales de apoyo nos pusimos a leer y estudiar todo lo referente a la literatura infantil castellana: cuentos, novelas, poemas, cantos, textos de juegos infantiles, etc.

 

Como resultado de esa formación, descubrimos que la traducción de una Biblia para niños en español no podía ser igual de una del inglés o del indonesio, para citar dos ejemplos. La rica tradición literaria infantil castellana era nuestro mejor ejemplo y desafío. Descubrimos, por ejemplo, que la paráfrasis o glosación aplicado en traducciones a otros idiomas no era lo mejor para la traducción castellana para niños. Tampoco lo era—algo que varias veces escuché de traductores a materiales para niños en inglés—el restringir la cantidad de vocablos castellanos en la traducción para niños, especialmente de términos sencillos, evitando los complicados por su pronunciación y extensión. Aprendimos, sobre todo, que una buena traducción para niños debía de ser a la vez una obra literaria de excelente calidad, manteniendo un lenguaje natural, de buena cadencia y sonoridad.

 

Como nuestra traducción, Traducción en Lenguaje Actual (TLA), está, más que todo, orientada a ser escuchada y no tanto a ser leída por nuestra principal audiencia, se tomaron en cuenta varios elementos que a continuación se enumeran, sin intentar ser exhaustivos:

1.- A diferencia de las versiones castellanas existentes, la TLA coloca el énfasis en la comprensión oral del mensaje bíblico.  Por ello, se han aplicado principios de traducción diseñados especialmente para ella.  Se ha prestado especial atención al enfoque, transición, los diversos planos en los que aparecen los personajes, la relación que se da entre la vieja y la nueva información, cómo termina una oración y cómo empieza la siguiente, cambios de sustantivos y pronombres, la distancia entre el sujeto y el predicado, el acento de las sílabas, el ritmo de las construcciones gramaticales y los sonidos de las sílabas y las palabras.

 

2.- En esta traducción, el párrafo lleva precedencia sobre las otras unidades menores.  Como tal, se ha prestado cuidadosa atención a la construcción de los mismos.  Por ejemplo, en el caso de los relatos, cada nuevo discurso directo (en un diálogo) abre un nuevo párrafo.  Se inicia un nuevo párrafo cuando la narración cambia de dirección o cuando un personaje se mueve de un plano secundario al primario.

 

3.- Se ha tomado en consideración la información explícita y la implícita.  En algunos casos, para evitar innecesarias repeticiones, la información explícita se deja implícita.  Esto ha ocurrido sobre todo en textos donde, debido a ciertas fórmulas o prácticas de redacción, se repiten el mismo texto varias veces.

En otros casos, la información implícita se hace explícita.  Se ha hecho eso cuando se considera que la información es importante para que el lector u oyente entienda bien el sentido total del párrafo o de la oración.

 

  1. Como el énfasis está en la comunicación fiel y natural y no tanto en la traducción de palabras u oraciones, la TLA ha buscado hacer comprensible el significado del texto tomando en cuenta las expresiones idiomáticas, las figuras del lenguaje y, en un buen número de casos, el significado profundo de un texto, cuyo sentido solo se logra por medio de la exégesis. Lo que yo he llamado «traducción exegética». Los dos textos anteriores son ejemplo de esto.

 

  1. Inclusividad. Se ha hecho todo lo posible por evitar el lenguaje machista y patriarcal, aplicando una traducción y exégesis de género. Además, con la ayuda de personas que viven con alguna discapacidad o que trabajan con ellas, se han evitado giros y expresiones denigrantes y condescendientes o de lástima. Textos que han mantenido ocultos y silenciados a niños y a otras minorías también han sido trabajados de tal manera que no solo el texto bíblico, sino también los títulos de párrafos y secciones los empoderen y les den más visibilidad y protagonismo.

 

Como resultado de este trabajo, que ya lleva cerca de una década en manos del público, hemos descubierto que aquello que originalmente se pensó de manera concreta para niños y jovencitos de entre 8 y 14 años, ha resultado un excelente texto para equipos de traducción a lenguajes indígenas, para personas que tienen al castellano como segundo idioma y para un público general, especialmente a personas ancianas que siguen usando la RV60, pero ahora la leen ayudándose con un texto más entendible como lo es la TLA.

 

El texto de la TLA está siendo usado como base para una importante cantidad de materiales de educación cristiana y catequesis—La serie Crece y Aprende; la serie ABC, para niños pequeños que se inician en la aventura de la lectura; la serie Tesoros Escondidos, que ofrece lecturas diarias; etc.—, así como diferentes tipos de Biblia de Estudio—La edición Ishá, que contiene excelentes ayudas desde la perspectiva de la mujer y orientadas a empoderar a la mujer.  La edición H2O para jóvenes, con ayudas propias para ese público.  La Biblia de la familia. La Biblia GPS [Guía, Poder y Sabiduría] que contiene una rica variedad de notas para ayudar en la lectura y comprensión de las Escrituras.

 

En todos estos materiales, se ha intentado entregarles al niño y al joven no solo una traducción asequible a ellos, sino también “herramientas” y métodos de estudio bíblicos de acuerdo con sus necesidades, niveles de comprensión y escolaridad y de su acercamiento al mundo que los rodea.  Todos ellos con el objetivo de crear espacios y actitudes tendientes al respeto a otros, al empoderamiento y al desarrollo de una vida basada en la justicia y la paz.

 

Una misión y una pastoral desde y hacia la niñez

 

Quizá lo más inherente en las características de la infancia es el juego, lo lúdico.  No es la inocencia ni el desprendimiento, sino la inclinación constante al juego.  Tanto el texto de la Escritura como las ciencias de la personalidad humana coinciden en eso.

En la primera sección de este ensayo se citó el texto de Isaías 11:3-6. Es imposible hacerse un cuadro realista de ese texto, si no se incluye el carácter lúdico que forma parte del protagonismo infantil.  De hecho, Isaías 11.8 usa la palabra hebrea que tiene, como una de sus acepciones el juego (shaʽaʽ).  Además, tal como cuenta Mateo 21.12-17, mientras que a los comerciantes y líderes religiosos del templo no les incomodaba nada el comercialismo y corrupción que practicaban, sí se sentían insultados e incómodos por las sanaciones de ciegos y cojos, y por la algarabía infantil en pleno templo.  Y, ¿qué de los juegos litúrgicos de Josué 6 en donde el triunfo sobre el enemigo—tal como dice el salmo 8.2—se dio no tanto por la maquinaria pesada de la guerra, sino por la bulla de trompetas y gargantas de todo el pueblo, incluyendo las infantiles (vv.16 y 20).

En la práctica pastoral eclesiástica, la catequesis, la liturgia y la evangelización, si consideran a los niños como participantes activos y principales, entonces no pueden evitar el juego como ingrediente central y como fuerza liberadora y salvadora de un mundo y una práctica en los que el «adulto» ha demostrado ser un fracaso. Jean Duvignaud, en su libro El juego del juego, dice:

El pensamiento de nuestro siglo rehúye lo lúdicro: se empeña en establecer una construcción coherente donde se integren todas las formas de la experiencia reconstituidas y reducidas mediante sus propias categorías.  Se ha emprendido un inmenso esfuerzo por escamotear el azar, lo inopinado, lo inesperado, lo discontinuo y el juego.  La función, la estructura, la institución, el discurso crítico de la semiología sólo tratan de eliminar lo que les aterra.

 

Son muchas las razones de ese ocultamiento.  En primer lugar, las exigencias intelectuales de una economía de mercado y una tecnología con frecuencia incontrolada, que dejan poco lugar para el terreno baldío de la ensoñación, aparentemente fútil: de cualquier latitud que sean, a los planificadores les repugna tomar en cuenta, en el balance de los recursos humanos, el “precio de las cosas sin precio”, es decir, de las actividades que no justifica en absoluto la redituabilidad.  El positivismo ha logrado eliminar lo que estorbaba su visión “plana” del universo.[4]

 

Por su parte, Eduardo Galeano dice:

 

En el mundo tal cual es, mundo al revés, los países que custodian la paz universal son los que más armas fabrican y los que más armas venden a los demás países; los bancos más prestigiosos son los que más narcodólares lavan y los que más dinero robado guardan; las industrias más exitosas son las que más envenenan el planeta; y la salvación del medio ambiente es el más brillante negocio de las empresas que lo aniquilan.  Son dignos de impunidad y felicitación quienes matan la mayor cantidad de gente en el menor tiempo, quienes ganan la mayor cantidad de dinero con el menor trabajo y quienes exterminan la mayor cantidad de naturaleza al menor costo.[5]

 

Leyendo esas palabras de Galeano, no sorprenden para nada las que Alessandro Pronzato (pp. 54, 56-57) también nos dice sobre los adultos:

 

Sí, los hombres adultos son un verdadero desastre.  No se puede esperar ya nada de ellos.  Se tienen por sabios.  En realidad, no han aprendido otra cosa más que a estropearlo todo. . . Los adultos. . . están llenos de complicaciones, de pretensiones, de reservas mentales, de sospechosos compromisos.  El adulto mejor que recibir el reino, se «defiende del reino».  Porque se considera ya «hecho».[6]

 

¿Será un sacrilegio que en una clase de Escuela Dominical o de catequesis, en lugar de discutir el catecismo o confesión de fe de la iglesia, o algún libro de dogmática, se vea y discuta una película como Mary Poppins? La trama de la película es la siguiente: tanto el padre como la madre de los dos niños viven atrapados en la «seriedad» y, a la vez, «el absurdo» de la vida adulta: él tratando de afirmar su rol de «Lord» de su casa, convirtiéndola en dechado de orden y limpieza; ella, luchando por su independencia como mujer, sin haber aprendido a ser realmente mujer y madre.  La educación de los niños entregada a varias nanas, atrapadas también en el mundo “adulto”.  Por supuesto, la descripción del puesto de la nana la establece, el padre, el adulto.  Pero la película cambia de rumbo, cuando los niños le entregan al padre su propia descripción de puesto y las características de la nana.  El padre, como era de esperarse, rompe el papel en pedacitos y lo tira al fuego de la chimenea.  Por arte de magia, el papel llega a las manos de Mary Poppins enterito y totalmente legible; y allí empieza el proceso de salvación para el mundo manejado por adultos. Toda la película es una clara manifestación de lo absurda y necia que es la vida de los adultos y de los que se empecinan en vivir como adultos. A la vez, la película enseña lo sabía, creativa y renovadora que es la vida de los niños y de los adultos que son como ellos; los que han aprendido a jugar.  La película termina mostrando que los adultos de la casa y del banco aprenden realmente a vivir cuando se unen en la «locura» del juego infantil.

 

[1] Para un estudio más completo, véase Gerhard von Rad, “El problema teológico de la fe en la creación en el Antiguo Testamento”, Estudios sobre el Antiguo Testamento (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1976), pp. 129-139.

[2] Harvey Cox, No lo dejéis a la serpiente (Barcelona: Ediciones Península, 1969), p. 13.

[3] RV60 es la sigla de la versión hecha por Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera (siglos 16 y 17) en su revisión correspondiente al año de 1960.  Es una publicación de las Sociedades Bíblicas Unidas.

[4] Duvignaud, Jean, El juego del juego, traducción de Jorge Ferrero Santana, (México: Fondo de Cultura Económica, 1982), p. 13.

 

[5] Galeano, Eduardo, Patas arriba: la escuela del mundo al revés, revés, (México: Siglo XXI Editores, 1998), p.7.

 

[6] Pronzato, Alessandro, Evangelios molestos, traducción de J. Sánchez y A. Ortiz, (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1969), p. 54.